Nos levantamos a las 05.00 horas y, sin desayunar, nos subimos al camión para que nos llevara de nuevo a Mto Wa Mbu donde cogeríamos las bicis, o tuc-tuc quien quisiera, para realizar la última actividad del safari: un paseo en bicicleta junto al lago Manyara durante el amanecer.
El recorrido duró aproximadamente una hora y fue mágico adentrarnos entre las plantaciones de plátanos e ir viendo cómo se iba despertando el pueblo y los niños se ponían delante de las puertas de sus casas a esperar que pasara a por ellos el minibús que les lleva cada día a la escuela. Alucinante. Al final del recorrido nos esperaba una sorpresa aún mayor: el inmenso lago Manyara plagado de flamencos. Solo pudimos pararnos unos 10 minutos a hacer algunas fotos porque había que regresar al lodge para desayunar e irnos hacia el aeropuerto, pero nunca olvidaremos la sensación de libertad que tuvimos en ese corto intervalo de tiempo.En el lodge en el que nos habíamos hospedado, el Manyara Wildlife Camp, nos estaban esperando con un increíble buffet libre, donde no podían faltar las tortitas con nutella. Tuvimos que desayunar rápido para poder despedirnos de las increíbles vistas antes de coger el equipaje y volver a subirnos al camión para hacer el que sería el último trayecto juntos, pues esa tarde, a las 17.00 volábamos rumbo a Zanzíbar y llegaba el momento de la despedida.Como cabe imaginar, las lágrimas brotaron cuando comenzamos a abrazarnos con quienes habían sido nuestra familia esos 10 días de viaje por África. No sabemos si volveremos a verles alguna vez, pero se han ganado un hueco en nuestro corazón y les agradecemos lo mucho que nos cuidaron.
¡Hasta siempre!Y en la próxima entrada, nuestra experiencia en Zanzíbar