Salimos muy temprano de la isla porque ese día tocaba el traslado hacia el Parque Nacional del Serengueti y nos esperaban varias horas de camión. Con tristeza nos despedimos del equipo de Lukuba Island Lodge por su esmerada atención y también de lo que había sido vivir en un auténtico paraíso. Había que volver a la realidad y nuestra realidad era coger de nuevo el camión que nos llevaría al Pumzika Safari Camp para realizar al día siguiente un nuevo safari.El regreso lo volvimos a hacer en la misma embarcación que la tarde anterior, pero en esta ocasión paseamos por los alrededores de la isla, entre los kopjes, para descubrir más vegetación y fauna autóctona. Posados sobre las rocas vimos cientos de cormoranes y en sus barcas a los pescadores comenzando su rutina.
De camino al Serengueti paramos en Musoma para comprar algunas bebidas y aperitivos, y enseguida pusimos rumbo a la puerta de Ikoma, donde paramos para comer y hablar con la familia (en este acceso disponen de wifi gratuito). Después cruzamos la puerta y nos dirigimos hacia Seronera, donde se ubicaba nuestro campamento: el Pumzika Safari Camp.Este campamento, en el que pasamos dos noches, se convirtió pronto en uno de nuestros favoritos. La disposición de sus tiendas, en hilera, nos pareció la mejor decisión, dado que nada nos tapaba la visión, ni por delante ni por detrás. Ante nuestros ojos solo se encontraba la llanura del Serengueti, alucinante tanto desde la puerta de entrada a la tienda como desde la ducha, que se encontraba en la parte de atrás.Antes de cenar nos sentamos en la hoguera para comentar anécdotas del viaje y contemplar el cielo. De nuevo nos fuimos a dormir temprano porque al día siguiente nos esperaba el tan ansiado safari por el Serengueti. Dormimos lo que pudimos porque escuchamos muy de cerca a varias hienas y también rugidos de leones cazando a ñus. ¡Impresionante!