Para la mañana del segundo día en Nueva York teníamos concertado un tour con Civitatis por el Lower Manhattan, así que madrugamos mucho porque queríamos recoger antes nuestro New York Pass. Antes de salir del hotel nos tomamos la cookie que el personal del hotel nos regaló a nuestra llegada (¡la mejor que hemos probado hasta el momento!) y a continuación cogimos el metro dirección Downtown.
De camino al punto de encuentro paramos en un Pret a Manger para comprar un desayuno compuesto por un iced chocolate, otra cookie y un cruasán, y tomarlo por la calle, como auténticos neoyorkinos. Enseguida nos topamos con el famoso Toro de Wall Street, alrededor del cual ya había muchísima gente echándose fotos, de ahí que decidiéramos madrugar otro día para fotografiarnos con el animal a solas.
Muy puntuales llegaron los guías de Civitatis, pues a las 11 horas comenzaba el tour. Nos separaron en dos grupos y comenzamos a pasear por el barrio más al sur de la isla. Con nuestro guía Álex paseamos junto al Museo Nacional de los Indios Americanos, por Battery Park, donde vimos por primera vez, aunque de lejos, la Estatua de la Libertad, y por Wall Street, donde se encuentra la Bolsa de Nueva York. El tour finalizó en los alrededores del Memorial del 11-S, monumento en el que se homenajea a las víctimas de los atentados que se produjeron el 11 de septiembre de 2001.
Aprovechando que estábamos en el Bajo Manhattan, decidimos ir a comer a Bill’s Bar & Burger para probar sus hamburguesas. Desde luego, la fama que tienen se la han ganado porque estaban riquísimas (motivo por el cual nos vimos obligados a repetir otro día😜).
Después de comer visitamos el Óculus, estación de metro y centro comercial diseñado por Calatrava, situado enfrente del Memorial del 11-S, y fuimos a la tienda B&H, parada obligatoria para amantes de la fotografía. A continuación volvimos a cogernos el metro, esta vez con destino a Brooklyn para disfrutar de la puesta de sol desde allí.
En los días previos al viaje habíamos descubierto que Dumbo era el lugar perfecto para ver el skyline, y más aún al atardecer. Realmente fue precioso ver cómo el sol se iba escondiendo tras los rascacielos y cómo el famoso puente de Brooklyn empezaba a iluminarse.
En nuestra retina se quedaron grabadas las rectas y elevadas siluetas que desde el otro lado del East River pudimos observar, pero también la tormenta que se originó en cuestión de segundos y que no duró más de 10 minutos. El tiempo en Nueva York es así.
Para cerrar este día no había mejor plan que cenar en una de las pizzerías con más renombre de la ciudad: Grimaldi’s Pizza. Fue todo un acierto, pues, sin esperarlo, dimos con la mejor pizzería de Nueva York, en nuestra opinión. ¡Qué pizza tan sabrosa!
Y después nos fuimos directos al hotel y a dormir, pues al día siguiente nos tocaba empezar a visitar algunas de las atracciones incluidas en el New York Pass. ¡Dulces sueños!