Aprovechando que estábamos en Nueva York y que Filadelfia se encuentra a unas dos horas en autobús, no quisimos dejar de visitar la ciudad en la que se declaró la independencia de los Estados Unidos. Hacer esta excursión nos obligaba a madrugar de nuevo, pero pesaban más las ganas que el cansancio.
Nos levantamos a las 5.30 de la mañana y rápidamente nos vestimos, cogimos las cámaras, unos botellines de agua y nuestras sudaderas de Washington para llegar con tiempo a la parada de autobús de Megabus, pues nuestro transporte salía a las 6.50 horas. Al igual que nos pasó en nuestro viaje a Washington, el aire acondicionado lo pusieron a muy baja temperatura, pero nosotros ya habíamos aprendido la lección e íbamos preparados para no congelarnos por el frío.
A las 8.55 llegamos a Filadelfia y lo primero que hicimos fue desayunar en un Dunkin Donuts. Debíamos coger fuerzas para el día que nos esperaba porque estaríamos todo el día recorriendo la ciudad.Nuestra siguiente parada fue el Centro de Información Turística donde cogimos unos mapas de la ciudad. Después cruzamos Market Street y nos encontramos de frente con el Independence Hall y la mismísima Campana de la Libertad. No entramos en el edificio para no perder tiempo, pero fue una pasada conocer la historia de este lugar a través de los paneles informativos que se pueden leer en la propia calle.Tras unos minutos haciendo nuestras primeras fotos en Filadelfia, llegó el momento de comenzar la ruta que teníamos marcada. Empezamos a andar y enseguida nos tropezamos con el Reading Terminal Market, un mercado que nos recordó al Mercado de San Miguel en Madrid y que nos gustó tanto que pronto supimos dónde comeríamos ese día.
Después llegaron varios edificios emblemáticos: el Ayuntamiento, la Catedral de San Pedro y San Pablo, la Biblioteca Pública, el Museo Rodin y, justo al final de Benjamin Franklin Parkway, el tan ansiado Museo de Arte de Filadelfia, con su famosa escalinata, en la que recreamos (¡cómo no!) la escena en la que Rocky sube corriendo por las escaleras. ¡Fue un momento de película!Después de 5 horas paseando por Filadelfia, pensamos que ya era hora de reponer fuerzas, por lo que regresamos al Reading Terminal Market para comer y probamos varios platos de comida tailandesa que estaban riquísimos.Sin tiempo que perder, nos pusimos en marcha de nuevo para hacer algunas compras en los grandes almacenes Marshalls y después nos dirigimos a una heladería muy popular que teníamos apuntada, The Franklyn Fountain, porque queríamos tomarnos la merienda en un sitio que fuera especial. Fue un acierto buscar esta heladería porque, a pesar de que pillaba retirada y tiene poca variedad, sus helados son artesanales, de sabores muy originales, y encima nada caros y están muy buenos.De vuelta a la parada de Megabus no podíamos dejar de pasar por la casa de Betsy Ross para ver la primera bandera de los Estados Unidos. Cuando llegamos ya había cerrado tanto el museo como la tienda de regalos, pero pudimos acceder al patio y con eso nos bastó para poder inmortalizar el primer modelo.A las 19.20 subimos al autobús de regreso a Nueva York y nos despedimos de una Filadelfia que, para nosotros, fue de menos a más. Afortunadamente, en solo un día, nos dio tiempo a ver los edificios más importantes de la ciudad, aunque no recomendaríamos esta excursión si viajas pocos días a la Gran Manzana, ya que Nueva York tiene mucho para ver.A las 21.20, ya en Manhattan, decidimos volver a ir a Bill’s Bar & Burger para probar de nuevo sus hamburguesas y corrobar o no si son las mejores de la ciudad. Para conocer nuestro ránking aún tendréis que esperar un poco, pero podemos deciros que cenamos de lujo.Nada más cenar, regresamos al hotel y enseguida a dormir pues el siguiente día era el último de nuestro viaje y debíamos aprovecharlo al máximo.